Social Icons

twitter facebook

lunes, 17 de febrero de 2014

Los viejos locos y los gatos muertos huelen igual.

Bueno. Hoy ha sido una noche de mierda. No he dormido nada. O mejor dicho, no me han dejado dormir. Y es que resulta que en el piso de arriba debe vivir un viejo que está como una puta cabra. Su cuarto, además, está justo encima del mío y al viejo se le va la pinza por las noches. Tanto que escucho perfectamente lo que grita. Y esta noche ha sido la ostia.

Además, debe tener una puta tienda de muebles ahí arriba porque no veas las veces al día que escucho arrastrar sillas, mesas o lo qué cojones quiera tener ahí arriba.Y no solo eso, estoy seguro que tiene una puta cámara en mi casa porque, da igual la hora que sea, siempre que voy a acostarme aquello parece el festival del mueble arrastrao. Será cabrón...
Para colmo, el parqué de su suelo suena que da gusto y, al viejo, se ve que le mola darse paseos por su cuarto a las tantas de la noche. Y cojones, suena como si estuviera andando al lado de mi cama. Que me cago y tó.

El caso es que hoy, el viejo loco, ha empezado a gritar a las dos de la mañana: "Socorro, ayuda, agua, agua." Me ha despertado, claro, pero he seguido durmiendo después de cagarme en su madre. Luego, a las cuatro y media, otra vez el hijo de puta a grito pelao. Debe tener una chica que le cuida porque, al rato, se ha oído una voz de mujer gritando también.
- ¿Qué cojones haces en pelotas? Acuéstate que me tienes frita- Decía la voz de la chica.
- ¡Socorro, que me quiere matar!- Gritó el puto loco.-, ¡asesina! ¡Mala, que eres muy mala!

Después de eso ya no he podido dormir. El cabrón está pirado para lo que quiere porque cuando ya me lleva el demonio cojo la escoba y doy golpes en el techo, el hijo de la gran puta me contesta: "Esos golpecitos. Métete el palo por el culo".

Y jode que te despierten así, quillo. Es como... no sé... Os pongo un ejemplo. Es como si te despierta a las seis de la mañana un whatsapp de tu chica guay preferida diciéndote que le lleves un vaso de agua porque ha tenido una pesadilla y está asustada. Pues joder, vas a buscarle el agua al puto Mar Negro si hace falta. Pero no que te despierte un energúmeno gritando ¡asesina! ¿me entendéis? 

Pues ya no pude dormir más. ¿Y qué cojones hacía a esas horas? Pues nada. Meterme en el Facebook. Y tío, aún no me ha aceptado como amigo la vecina del sexto del pelo rizado. Se llama Daniela. El portero, que tiene bastante buen rollo, me dijo su nombre. Había muchas, pero solo una con esa mata de pelo. Pero vamos, que hace ya un par de días y nada. Y no me creo que una tía no se meta en su Facebook unas cuantas veces cada día. 
Esto es peligroso porque se antoja un reto. Y me ponen los retos. 

Pensar en el Facebook me hace acordarme de una cosa muy curiosa que me pasó estando en Nueva York. Me agrega una tía. Tremenda. No como todas las que se me acercan pero sí como todas a las que me acerco. La nena súper simpática escribiendo por el chat. Pero era curioso porque nunca quería quedar. Y a ver, era ella porque llegamos a hacer vídeollamadas y su cara era la de las fotos. La tía se frotaba delante de su cámara para mí. Se despelotaba y se hacía primeros planos húmedos de cojones. Me decía unas guarrerías que pondrían palote hasta a un muerto. Y yo le decía: "Pero, ¿cuándo? ¿Cuándo me vas a hacer todas esas cosas?". Y siempre me decía que pronto, pronto. 

Así que llegué a la conclusión de que a la tía, seguro, le olía el bacalao. Porque no me lo explico illo. Pero vamos, que iba apañada si pensaba que iba a bajarle al pilón sin estar seguro de que aquello era sano. Uno va cogiendo experiencia y va aprendiendo técnicas para no meterse en jardines sin necesidad. Porque, seamos claros, una vez que te haces el chulito y te sumerges en el mundo subterráneo del pilón, una vez que haces el amago de bajar la cabeza, ya no hay marcha atrás. Ya vas a tener que chupar sí o sí. 
Para eso he perfeccionado la técnica de "la varilla del perfume". Se trata de meter el dedo en lo que viene siendo el asunto, y bueno, empezar el preliminar. Y al poco empiezas a besarla por el cuello. Entonces tienes que abrazarla al tiempo que lo haces. Ya tienes tus manos a la altura de tu cara. Y con un movimiento rápido, seco y preciso (y no olvides, sutil, que como te pille la has cagado) pasas el dedo que has tenido dentro de la almeja bajo tu nariz, cual varilla impregnada de perfume que hueles en las perfumerías. Si aquello es aceptable el semáforo se pondrá verde.

Después de llegar a la conclusión de que la piba igual tenía un gato muerto ahí abajo, la eliminé y deje de hacer el tonto. Y lo cierto es que me lo pasé muy bien sacando aquellas conclusiones. 

Y a eso me ha llevado mirar el perfil de Daniela y el botoncito de Solicitud enviada. Que curioso.

PD: He aprendido varias palabras en catalán. Este fin de semana ha estado bien. Conocí a dos chicas muy simpáticas y muy cachondas (en el buen sentido joer. Yo ya estaba servido del dentista, así que no intenté nada) Y curiosamente, y no sé si debido a mi cada vez más cercana obsesión a las individuas del sexto piso, me recordaron, ligeramente, a mis vecinas. Jum... ¿por qué será?
El caso es que me enseñaron algunas cosas: entrepà de pernil; anem; una mica; un petó. También sé que a los nombres les colocan el artículo delante. Pero eso es fácil. En mi tierra también. El Antonio; la Josefina; el Paco; la Paca...

En fin. Algun dia parlaré català.

viernes, 14 de febrero de 2014

El dentista y la vaca.

Hoy es San Valentín. Por mí se puede ir a tomar por culo y atravesarse el corazón con una flecha de su colega Cúpido.
Después de la rayada monumental del otro día vuelvo a ser el mismo. Hoy he celebrado el día levantándome tempranito y yendo al dentista. La verdad es que desde que Henry me dijo que tener una buena dentadura era primordial para zumbar, ahí va el tío cada año un par de veces a darse una limpieza.

Hoy era el día. He llegado y, para mi sorpresa, la higienista que me ha tocado era bastante sexy y atractiva. Tendría unos cuarenta años. Pero además de tener una cara bonita se le intuía un buen cuerpo debajo del uniforme. Y la boca compae. Menudos labios tenía la niña. 

En cuanto le dije un hola seguido de una patochada de las mías la chica se rió y empezó a hablarme en castellano, porque, recordemos, aún no sé catalán. 
Me senté en aquella silla que parece más un instrumente de tortura que un sillón para realizar "actos dentales". Y me enchufó el puto aspirador ese que odio. Se colocó la mascarilla y se puso manos a la obra. 
Normalmente lo paso un poco mal pero esta vez cuando me miró, aquellos ojos tan bien pintados me pusieron de un palote que flipas. Así pasé casi todo el asunto. Imaginando las cosas que haría con aquella boca que, seguro, sabía a puro cielo.
En ese momento me hizo un poco de daño en la encía y di un respingo.

- Si te hago daño levanta la mano izquierda, ¿vale? 

Juro por Dios que lo dijo de una manera tan suavita que.... Joder, la hubiera reventado allí mismo. No veas como me puso. Aún así pude controlarme y le hice una sonrisita. 
Cuando iba a acabar y estaba ya haciendo el pulido se me recaló un poco el diente y volví a respingar. La tipa dio una carcajada y va y me suelta:

- Lo siento si te he hecho daño. Pero conozco un remedio infalible para eso. Enjuágate y verás.

No sabía muy bien a que se refería pero así lo hice. Me enjuagué y acto seguido la illa se me sienta encima, empieza a besarme y me desabrocha los pantalones.
Yo flipando, sin decir nada claro. Porque la verdad es que justo había imaginado eso. Que aquella silla de tortura se convertía en una silla de hacer cosas guarras.  
Así empezó la madurita con la felaguay. Y madre mía como lo hacía. Lo que yo decía. Aquella boca era como rozar el cielo y sus suaves nubes.

- ¿Te gusta?- Me dice.
- Pues claro.
- Lo sabía. A mi marido le encanta.

¡Mierda! ¿Tiene marido? ¡Será puta! El marido pensando que está sacando una muela a un pobre viejo y lo que está es intentando sacar otra cosa. Aunque bueno, ¿a mí que cojones me importa? eso es problema de ellos. Yo, gracias a Díos, cumplí con mi parte que es llevar siempre un condón encima y y estar presto a la acción.

Pues quillo, la tía se me monta encima y empieza a cabalgar. No entiendo como cojones no le estorbaba toda la parafernalia de aquel sillón. Parecía como si estuviera acostumbrada a eso. Y, seguramente, no fuera la primera vez que se zumbaba a un tío en la consulta. 
La cogí y la puse a ella abajo pero tío, esto no es lo mío porque me di varias veces con el puto foco en la cabeza. Entonces, de repente la puerta se abrió. Me asusté, me di un golpe fuerte con la luz y me caí para el lado. Tiré todos los instrumentos que allí había y pollas, me tiré encima el vasito de agua. Era la recepcionista, que claro, se quedó flipando. 
- Lo siento-, dice. - No pensaba... pero seguid, seguid. 
Pero la pava no se fue, la tía cerró la puerta con llave y se sentó allí, en una silla y empezó a mirar mientras se pasaba la lengua por los labios.
La higienista se pone a cuatro patas en el suelo y suelta: "Venga chaval. Sigue follándome". Y me lo dijo de tal manera que me puse cachondísimo en un segundo y enseguida estaba ahí, dándole otra vez lo suyo. 
No podía dejar de mirar a la recepcionista que para mi sorpresa se había quitado la falda y estaba sacándole brillo a su clítoris. Pero tronco, la tía estaba bizca. Estaba gozando lo suyo pero con los ojos cruzaos illo. Eso a la vez que tenía la cabeza levantada y que movía la mano como treinta veces por segundo era algo digno de ver. Y luego, encima, empieza a gemir como una puta vaca. 

Qué fatiga. Seguro que se enteró toda la clínica que había una vaca masturbándose en la consulta. Menudo cuadro. 

Cuando acabamos, la higienista me pidió el teléfono, y me dijo, textualmente, esto:
- Ha estado muy bien, campeón. Tendrías que darle clases a mi marido. Lástima que él no la tenga tan grande. Aún así, le voy a dar tu número a mi hija. Seguro que le viene bien que le echen un buen polvo, así se espabila. Que ya va para veinticinco años y esta un poco atontada.

Después me enseña una foto de la niña y, me cago en San Botón, la nena está tremenda. Buenísima. Y su carita de ángel me la vuelve a poner dura. ¿Lo veis? si es que no soy yo. Pero si me buscan me encuentran. Y siempre me están buscando.

En fin. Ha sido un San Valentín diferente. Especial. Me imagino que el enano alado ha hecho que esta consulta, por ser en su día, acabara con algo más que una limpieza bucal. Gracias pequeñajo.
Ahora toca descansar. 

Joder, tengo que buscar a las vecinas del sexto en el Facebook. Tengo que empezar a mover hilos...

jueves, 13 de febrero de 2014

Aprendí a olvidar billares y minifaldas.

Puede parecer que un tío como yo, que anda siempre zumbando y dando y con dinero casi ilimitado para gastar, es un tío frío que no siente ni padece. Nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que, con "amor" de por medio, la vida es mucho más fácil. Anda que iba a pensar que hace tantos años, cuando me fui de mi pueblo, iba a hablar con estos palabros.

Este no va a ser un escrito divertido, ni mucho menos. Quizás esto es lo más serio y profundo que me ha pasado en la vida. Y mira que de profundizar entiendo un huevo. Pero no. Esto se trata de la otra parte de mí, esa que está escondida debajo de muchas capas, que no me gusta mostrar, pero que, como la que se ve a simple vista, forma parte de mí.


Seguramente penséis que este menda es un vividor que va a su propio beneficio. Que no piensa en nadie más que él, que incluso no piensa ni con su cabeza superior. Es cierto, es lo que soy. Pero hubo una vez en la que la piedra que tengo en el pecho se resquebrajó y empezó a verse algo de color rojo. Puede que incluso demasiado. Ese día, a este canalla, le partieron en dos el alma.


Habían pasado ya tres años desde que había llegado a la capital del mundo. Pensaba ya en inglés y todo. Había follado todo lo que no lo había hecho en dieciocho años. Me había fumado más petas que pelos tienes en la cabeza y, seguramente, había roto tantos corazones como felaguays había recibido. Pero eso me daba igual.

Henry había escrito su libro basado en mí. Una novela de como un español profundo podría llegar a triunfar en La Meca del mundo. Y ahora éramos amigos casi inseparables. Incluso a veces nos follábamos a las mismas tías.

Una noche que parecía iba a ser como otra cualquiera, tipo: un bareto guay; unos martinis; unos billares con unas minifaldas y un polvo salvaje que acaba de madrugada. De repente aparece una chica morena, y juro que tenía la sonrisa más dulce y radiante que he visto en mi vida. Esa energía que desprendía no era normal. Entonces me olvidé de billares y minifaldas. Y curiosamente me sorprendí pensando que quería conocerla, pero no follármela.


Se llamaba Aeryn. Sí. Ya sé. Nunca había oído ese nombre. Pero resulta que es un nombre de origen gaélico y, como toda ella, era perfecto.

Habíamos pasado toda la noche hablando de cosas. Le hacía mucha gracia mi acento, y eso me divertía. Era una chica del tiempo. Sin curro ni noticias donde darlo. Pero lo era.

Bueno. Seguro que esa noche dormí con una sonrisa en la boca, porque aquello que sentía nunca lo había sentido. Porque nunca había deseado tanto besar a una tía como lo había deseado. Y me refiero a besarla sin que llevara un seguido acto de sexo duro. Besarla, sin más y disfrutar ese beso.


Conseguí su teléfono y poco a poco fuimos viéndonos cada vez un poquito más. Cada vez que no estaba con ella el estómago vivía en una montaña rusa y el ansía por volver a verla me estaba carcomiendo. Además, cada día en el que habíamos quedado yo no dejaba de preguntarme como se comportaría. Realmente tenía miedo de que lo que había ido consiguiendo desapareciera. Pero no, siempre tenía una caricia, un roce o algún gesto que me hacía que me invitaba a pensar que todo seguía ahí, en su sitio. Al igual que su mirada. Esa mirada acompañada con una sonrisa que me decía tantas cosas...

Es curioso como, cuando tienes tantas, tantas, tantas ganas de ver a una persona, te juegas la vida. A ver, no flipéis. Me refiero a que cuando había quedado con ella, como tenía infinitas ganas de verla, cruzaba las avenidas como si no hubiera coches andando por ellas. Y me daba igual que me pitaran. Tenían envidia. Yo iba a estar en poco tiempo con la chica más guay del mundo. Ellos no. Eso pensaba.

Fue después de unos cuantos encuentros cuando me atreví a besarla. Illo, ¿qué cojones me estaba pasando? Disfrute tanto de aquellos labios que tuve tanto miedo que me aparté.

- ¿Qué estamos haciendo?  - Le dije medio sorprendido.
- Me has besado. - Me contestó.
- Ya, pero es que es tan perfecto esto que tenemos que me da miedo cagarla.

Aún así las ganas pudieron más que la rayada momentánea. Así que los días pasaron y pasaron. Y las citas se duplicaron. Lo que me provocaba estar cerca de ella era la cosa más grande que me estaba pasando y yo era feliz, simplemente, tocando su cara. Sin más.


Aeryn.... no sé. Si tuviera que describirla en una palabra sería imposible. Energía, tal vez. Pero era tantas cosas a la vez...

A lo mejor os estoy aburriendo. A todos nos gusta leer cosas locas, guarras y formas de dar y recibir placer de una manera cómica. Esas cosas que he contado, y contaré son ciertas. Pero las cambiaría todas, sin duda, por la oportunidad de poder cambiar aquella decisión.

Increíblemente, después de dos meses de esto, no nos habíamos acostado. De hecho no me hacía ni falta. Rompí cualquier tonteo que pudiera tener con alguna otra tía. Si la cosa no funcionaba, desde luego, no sería porque yo le diese motivos para ello.


Entonces llegó el día. El puto día en el que las piernas me temblaron y en el que, por primera vez desde que llegué a Nueva York, el miedo me sobrepasó. Aeryn llegó súper contenta. Radiante. Preciosa. Y bueno, no se andó con rodeos.

- "Cabesa" - Así me llamaba porque una vez se lo escuchó a un sevillano y para ella no había distinciones, todos los andaluces hablábamos igual- ¡Me ha salido un noticiero!
La estrujé contentísimo.
- Siiiiiii. Cómo me alegro pequeña. ¿Dónde?
Aquí hubo una pausa. Larga. Y su cara cambió por completo.
- Seattle.

..........


- Vente conmigo.


.......


Recuerdo perfectamente como fue el sentir que una tonelada de presión invisible te cae a plomo. Como todo se nubla. El corazón no sabes si ha dejado de latir o se te va a salir del pecho. Todo deja de fluir. Todo es una mierda. Pude haber dicho que sí. Tenía dinero para aburrir. No tenía nada que me atase. Nada que hacer. Su sombra me bastaba. Pero aún así la respuesta que salío de mi boca fue clara.


No.


De repente me vi ahí, con ella, haciéndole daño. Tenía miedo de lo que pudiese hacerle. Me daba miedo cansarme y empezar con el rollo de sexo y maría. Me daba miedo cagarla. En ese momento eso me parecía imposible. La quería demasiado. Pero soy un alpujarreño insaciable de vivir a mi ritmo y ese miedo me pesó más que todo.


Cometí el fallo humano. El fallo de adelantarse a las cosas. De no vivir el presente. De tener miedo a cagarla sin saber si lo harás. No confié en mí. Ni confié en ella. Saqué problemas de donde no los hay. Por eso siempre recordaré la conversación posterior con Henry:

- ¿Sabes? - Me salta de repente-, los ojos, realmente, son la venda más grande que tenemos y no nos deja ver.
- Eso es imposible tío. Si vemos por los ojos.
- Ese es el problema. Que sólo vemos por ahí. Nos empeñamos en mirar y mirar. Y a menudo olvidamos que las cosas más importantes, las que nos hacen estar vivos no se ven, se sienten. Lo único que hacemos es adelantarnos y buscar problemas visibles para cosas invisibles.
- Ea. Illo, Ahora vas y lo cascas. Déjame vivir y no me rayes.


No me ha vuelto a hablar de Aeryn porque sabe que me duele todavía. Porque si aquello no siguió fue por mí, mi cagalera y nada más. A cambio de eso, ella no se resintió ni se enfadó. A cambio me dio un beso. El mejor beso del mundo. El mejor beso que me han dado.


Ahora sigo aquí, en Barcelona, años después, sin saber nada de aquella tía de la que estuve tan colado. A mi rollo, como siempre. Quizás todo lo que soy es por eso. Miedo a cagarla de nuevo. Puede que tanto polvo y tanta felaguay, tanto cocodrilo en el Nilo y tanta salida nocturna se deba a un deseo irremediable de esconder esa parte mía, que se que existe y ahí esta, amenazando con salir y cogerme por los huevos.


Aquí sigo, acojonado en la puta esquina del rellano entre el quinto y el sexto piso. Y manda cojones que encima parezco un puto filósofo. Quién me iba a decir que iba a aprender a hablar bien, con palabras que, hace unos años, no sabía ni que existían... vaya pollas, compae.


Necesito un porro. O dos.


Creo que me voy ir de fiesta..

lunes, 10 de febrero de 2014

El Puto illo.


Después de pasar el domingo tirado en el sofá sin hacer nada, por la noche he recibido un mail de Henry. Me pregunta que qué tal en el nuevo coto de caza. Él, ahora, está zumbándose a una polaca. Por lo visto está preparando un libro sobre la vida en Polonia, el muy cabrón.

Llevaba dos días deambulando por Nueva York. Solo, sin tener ni puta idea del inglés. Suerte que mucha gente de allí habla español.
Esa noche estaba en un pequeño bar tomando una birra cuando se me acerca un tío con una bufanda roja para decirme: Are you spanish?
- ¿Qué cojones dices compae? A mí háblame bien.
El tipo soltó una carcajada y me ofreció su mano mientras me dijo en un casi perfecto español:
- Me llamo Henry Mcflurry (eso entendí yo y así se quedaría para los restos)
- Ostia, tú eres el de los helados de McDonals
- No, no. Soy Mc.. (aquí pronunció otra vez su apellido, pero ni puto caso) estoy escribiendo un libro sobre España. Me vendrá bien pasar unos días con un español.
- No me entretengas tío. He venido a vivir y a follar.
Él volvió a reír.
- Me temo que los gustos de las neoyorquinas están un poco lejos de lo que tú les ofreces. Pero hagamos un trato. Si tú me dejas pasar un tiempo contigo yo te ayudaré a que no pares de follar.
Obviamente eso me gustó. Acepté encantado. El tío era un guaperas radiante de seguridad y con gran estilo.
Después de aceptar el trato me llevó a comprar ropa. Ropa cara. Ropa pa follar, está claro. Me llevó a su casa para invitarme a un café y de repente va y me suelta que me quite la ropa. Dudé un poco, pero cojones, ese tío me iba a ayudar, así que illo, from lost to the river (cómo veréis ese se convirtió en uno de mis lemas). Me quedé en pelotas mientras el menda me miraba con un ojo crítico que flipas. 
- Te sobra pelo aquí, ahí, ahí y aquí- me dijo.
Gracias a Dios, las labores agrícolas me mantenían en buen tono atlético. Así que después de quitar el vello que sobraba, cortarme el pelo rollo tío guay y vestirme con mi ropa nueva, descubrí no solo que no tenía pinta de paleto, sino que, además, era un tío guapo y atractivo. Con ese pensamiento nos fuimos a un garito con muchas tías.

Allí Henry me presentó a un grupo de rubias entre las que estaba mi primer polvo. Era una noruega preciosa, de veinticinco años. Guapísima. Se llamaba Anne. 
Henry me dejó esa noche su apartamento. Y allí que nos fuimos.
- Oye man- me había dicho él mientras me daba las llaves-, no te pongas nervioso. Y masturbate antes. No queremos acabar antes de tiempo, ¿verdad?

La noruega era fría por mis cojones. No veas como me metía la lengua. Tiene huevos que con dieciocho años, y el mismo día, iba a ser la primera vez que echaba un polvo y besaba a alguien.

Ahí estábamos en el piso de Henry y la tía se tiró a mí como una fiera. Me empujó a la cama y se puso encima. Entonces, cuando aquello se fue animando, recordé las palabras de mi amigo. La quité de encima, le señalé el baño y me metí corriendo. Pero niño, aquello recién depilado no se levantaba. Estaba temblando y mi hermano chico estaba medio muerto.
Anne empezó a tocar a la puerta. No tenía tiempo. Así que, como dicen en mi tierra, al toro. Y ahí me lancé, nervioso perdio y nunca mejor dicho, desde aquel frío fiordo noruego.

Para mi sorpresa, mi hermano chico reaccionó a la perfección a la manita inmaculada de la noruega, demasiado bien reaccionó. Porque a las pocas sacudidas sentí que aquello se me iba de las manos. ¡Para, para! Tuve que decirle porque si no el tema hubiera sido mas corto que la picha de un chino. Joder, ya la iba a cagar, polla. Tenía que hacer tiempo para que se me olvidara aquella suave caricia.

Con dos cojones bajé al pilón. Sin tener ni puta idea. Lengüetazo parriba lengüetazo pabajo le hice la técnica del cocodrilo del Nilo. Para aquellos que no la sepáis se trata de enterrar toda tu cara debajo de su pubis y de repente asomar los ojillos por encima del Monte de Venus. Y mirar a tu presa a los ojos. Eso sí, sin dejar de lengüear.

Cuando la tía ya no pudo más me cogió de un puñao, me puso el condón y se acomodó ella encima. Manda cojones. Se pone encima. Yo sin controlar aquello y mira. Intuía que las iba a pasar putas porque, además, la nórdica hacía todo el puto recorrido. Entero. Oh, oh. Mierda, otra vez toca improvisar. 
Como si aquello fuese meditado y presa del ansia, la volteé entera y la coloqué boca arriba. Mi lengua me salvaría otra vez. Ahora le haría la técnica del koala chupando bambú. Pero no hubo cojones. La tía quería rabo y me obligó a volver a meterla. Aunque al menos ahora estaba yo arriba. A mi ritmo. Osease, despacito, que si no la volvemos a cagar. 

Pero me cago en la puta. Ella todo el rato: "faster, bitch! faster!
Qué mal se pasa, illo, cuando sabes que a la tía le queda un largo camino hasta la meta y tú estás a un mal gesto de salpicar. Madre mía.
Respiré profundamente. Tomé aire y la puse a cuatro patas. Pensé: "Me lo voy a jugar todo a una carta". Así que le zumbé con todas mis fuerzas y lo más rápido que pude esperando que aquello funcionase. Pocos vaivenes después la cosa reventó. Pero ostia niño, ¡la tía estaba gimiendo como un caballo! Parecía que estaba a años luz pero lo había conseguido. ¡La puta nórdica se estaba corriendo!

Una vez tumbados los dos boca arriba pensé: " joder, es la primera vez que follo y ya soy una máquina. El puto illo". Lo que no sabía es que aún me quedaban muchísimas cosas por aprender y muchas cagadas que hacer. Pero, en ese momento, yo era el mismísimo Zeus convertido en toro copulando con Europa.

Hasta ahí me llevaron los pensamientos cuando me encontraba en el rellano del sexto piso, frente a la puerta Segunda, con un bote de sal vacío en la mano. Entonces escuché la puerta Primera abrirse. Qué fatiga. Di media vuelta, bajé unos cuantos escalones y me quedé medio escondido en una medio esquina de la escalera. Entonces vi a una chica preciosa. Sí, no estaba en sus mejores días. Pero aún así lo era. Y ahí, medio espiando, vi como la maciza del pelo rizado le ofreció un abridor a la nena bonita.
Sí. Me gustaría adivinar cual es el postre favorito de esa chica. Creo que podré hacerlo. Después de todo, no soy tan tontillo.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Cuando una llama dilata una faringe.

Hoy me he levantado feliz. Me gustan los principios. Me gusta empezar de cero. Vale, es verdad tío, cuando tienes pasta es mucho más fácil.
No conozco a nadie aquí, pero gracias a Dios mi personalidad se ha abierto tanto como agujeros he profanado.

El caso es que ayer fui al super, y cuando la cajera me guiñó un ojo con claras intenciones sorbedoras, mi mente se fue unos años atrás, a un supermercado neoyorquino.

Llevaba allí un par de meses. Ya había conocido a Henry (sí, os hablaré de él porque él fue mi revolución). Un día de esos soleados fui a comprar con la agradable sorpresa de que la tipa que me despachó quería invitarme a una cerveza, (inocente de mí). Mascaba chicle. Vale, ya lo sé, el tópico de la guarrona haciendo aspavientos de boca con un chicle de menta. Pero juro que era verdad. (Si algo he aprendido es cuánto hay de verdad en las pelis americanas)

Mi nivel de inglés era poco más que el de una patata frita. Pero a prendí a saber comunicarme casi sin hablar. Cojones, si era capaz de entenderme con la vaca y mis gallinas, cómo no lo voy a hacer con una hembra humana.
Así que ahí estaba yo. En aquel café cerca de Central Park viendo como aquella guarrona con coleta alta se contorneaba hacia mí.

La cerveza duró poco porque el ansia de aquella chica era cual cerdo en un charco de mierda. Luego me di cuenta, por lo que vi, que solo quería chupármela.

Mientras la tía hundía su cabeza en mi pubis decidí poner en práctica lo que Henry me había dicho. Saqué mi peta de maría (que había guardado para la ocasión) y me lo encendí mientras aquella chica guapa seguía empeñada en mi felaguay. Sí, felaguay. ¿Qué pollas es eso de felación? Si eso es nombre de lesión o enfermedad. Que te la felen es guay, así que de ahora en adelante lo llamaré felaguay. 
Bien, ahí estaba la tía, murmurando gorgoritos salivares ininteligibles para mí (al menos en esa época) que más tarde descubrí que eran: "oh shit,(glu) your dick (glu) is so hard, (glu). Apenas me habló a mí directamente. Lo único que hacia era coger mi mano para que la agarrara del pelo. A la tía le iba la marcha, pa qué negarlo.

Pues sí, Henry me había dicho que una de las mejores cosas del mundo era fumarse un porro mientras recibes unos buenos trabajos orales, recordad que estaba conociendo mundo, me estaba espabilando y era un blanco fácil de convencer (era el pollo saliendo del huevo), así que la ocasión no podía ser mejor.
Saqué el porrito de la americana que llevaba puesta (la cual ni tiempo me dio a quitarme) y comencé a darle dulces caladas mientras recibía húmedas caricias. Y tan concentrado estaba en la boca de la chica y en el humo que salía de la mía que olvidé esa cosa que se llama ceniza, que de vez en cuando hay que tirar. Y quillo, ahí empezó la fiesta. Un poco de ceniza le cayó en el pelo con tan mala suerte que aquello empezó a humear. Incluso llegó a prender algo de llama. Yo me asusté un huevo, pero niño, la tía estaba ahí tan.... tan concentrá en lo suyo que no se dio cuenta. Ahí, dale que te pego.
Aproveché la mano con la que le estaba cogiendo el pelo para darle golpecitos e intentar apagarlo. Pero, no solo no lo conseguí, sino que se ve que a la menda le moló, se puso más cachonda y empezó a darle más duro a la vez que la llama se hizo más grande.

Me cago en Dios, pensé, me voy a correr y esta tía tiene la peluca ardiendo. Así que nada, from lost to the river. Le di más fuerte, cosa que hizo, no sé cómo cojones, aumentar su capacidad "buco faríngea" haciéndome una garganta profunda que flipas. 
Y así llegó mi momento de gloria, el estallido celestial que aquella mala bestia estaba buscando desde que me vio en el supermercado. 
Era la primera vez que me hacían una mamada con la cabeza ardiendo. Literalmente. Joder, pollas, si me podría haber encendido el porro con esa llama.

La tipa, después de eso, se limpió la boca, me dio un beso inocente y se fue echándome una media sonrisa. Eso sí, con unos pelos del carajo...
Me había hecho una mamada que flipas y ni siquiera se había enterado de que se le había prendido fuego la cabeza.
Obviamente, se lo trago todo.

La verdad es que ahora que lo pienso me hubiera encantado ver la cara de la illa cuando se mirase al espejo. Tiene huevos.
Por cierto ayer le pregunté al portero por esa chica, la del pelo rizado. Y ya sé donde vive. Sexto, segunda. Espero que le gusten los porros. Y el fuego.

Sí, quizás pronto vaya a pedirle un poco de sal...

martes, 4 de febrero de 2014

Welcome to Fabulous Barcelona. Vida nueva. Cosa dura.

Parece mentira que haya pasado ya tanto tiempo desde que aquel chaval sin mundo saliera de las faldas de aquella pequeña cadena montañosa, Las Alpujarras, para convertirse en un ciudadano del mundo.

Para esto habrá que empezar desde el principio. Bueno, no del todo, sino desde que me vino el acontecimiento que me dio la ciudadanía del mundo. No, ya en serio, quillo. Ahí estaba yo, hecho un desgraciao sin futuro. Es obvio que cuando vives en un pueblo cuya población no supera el centenar de habitantes (y con todos mis respetos a mis paisanos), poco tienes para hacer.

Y no hablemos del tema sexual. A esa edad me la machacaba más que un mono. Y eso que descubrí el autoplacer solo un año antes. Pero entendedme, cuando lo más cerca que has estado de tocar una teta ha sido al ordeñar a tu vaca, lo último en lo que piensas es en que existe una cosa maravillosa (y gratis) llamada sexo y que es capaz de cambiar tu vida. Pero manda cojones que tuve que recorrerme (nunca mejor dicho) los “iu es ei” para aprender a follar.

No nos dispersemos. Estaba en que me la machacaba más que un mono cuando ocurrió algo que en la vida me imaginaría. Y es que mi papa, al cual no había visto en mi vida, resulta que además de ser un cateto, era un cateto rico. Y la palmó. Y además me nombró a mí único heredero de todos esos millones que había juntado vendiendo cabras.

Y sí, me abrumé. ¿Qué pollas hago con todo ese dinero? Si con ese dinero puedo comprarme todas las Alpujarras. “Compae” Me dijo mi mejor amigo, el Pepe Pelucas, “con ese dineral te pegas un cacho viaje que flipas, polla”. Así que decidí salir por ahí, a recorrer mundo y a hacerme un hombre de provecho. Y tanto, pues no sabía que yo podría llegar a dar tanto de sí. ¿Mi destino? Estados Unidos. Ahí, con los yanquis.

Catorce años después he vuelto a España. A mis treinta y dos años no queda nada de aquel alpujarreño que cogió una maleta con dieciocho y se fue a vivir el sueño americano, o sease, beber, follar y drogarse. Como los Rollings. ¿Lo consiguió? Puede ser, pero desde luego eso será en las próximas entregas.

De momento, este menda vuelve a abrir la veda. Llegar a un nuevo coto es siempre motivador. Ahora el camino me trae aquí, a Barcelona. Me encanta la ciudad… y que tenga playa me vigoriza la motivación, y también me la sube.

Llevo un día instalado en mi nuevo piso, un loft muy gracioso aún sin haberme gastado la pasta en decorarlo, (sí, chavales, tengo más pasta aún)  en el quinto piso, puerta primera de un edificio antiguo muy acogedor en el centro.


Es curioso illo, pero nada más salir del taxi el primer día me pasó algo que aún me la puso más dura y fue por esa chica que me crucé al entrar y esa mirada de asco que me dirigió. Sí… esa chica de pelo rizado que, supongo, será una de mis vecinas.
 
 
Blogger Templates