Parece
mentira que haya pasado ya tanto tiempo desde que aquel chaval sin mundo
saliera de las faldas de aquella pequeña cadena montañosa, Las Alpujarras, para
convertirse en un ciudadano del mundo.
Para
esto habrá que empezar desde el principio. Bueno, no del todo, sino desde que
me vino el acontecimiento que me dio la ciudadanía del mundo. No, ya en serio,
quillo. Ahí estaba yo, hecho un desgraciao sin futuro. Es obvio que cuando
vives en un pueblo cuya población no supera el centenar de habitantes (y con
todos mis respetos a mis paisanos), poco tienes para hacer.
Y no
hablemos del tema sexual. A esa edad me la machacaba más que un mono. Y eso que
descubrí el autoplacer solo un año antes. Pero entendedme, cuando lo más cerca
que has estado de tocar una teta ha sido al ordeñar a tu vaca, lo último en lo
que piensas es en que existe una cosa maravillosa (y gratis) llamada sexo y que
es capaz de cambiar tu vida. Pero manda cojones que tuve que recorrerme (nunca
mejor dicho) los “iu es ei” para aprender a follar.
No nos
dispersemos. Estaba en que me la machacaba más que un mono cuando ocurrió algo
que en la vida me imaginaría. Y es que mi papa, al cual no había visto en mi
vida, resulta que además de ser un cateto, era un cateto rico. Y la palmó. Y
además me nombró a mí único heredero de todos esos millones que había juntado
vendiendo cabras.
Y sí,
me abrumé. ¿Qué pollas hago con todo ese dinero? Si con ese dinero puedo
comprarme todas las Alpujarras. “Compae” Me dijo mi mejor amigo, el Pepe
Pelucas, “con ese dineral te pegas un cacho viaje que flipas, polla”. Así que
decidí salir por ahí, a recorrer mundo y a hacerme un hombre de provecho. Y
tanto, pues no sabía que yo podría llegar a dar tanto de sí. ¿Mi destino?
Estados Unidos. Ahí, con los yanquis.
Catorce
años después he vuelto a España. A mis treinta y dos años no queda nada de
aquel alpujarreño que cogió una maleta con dieciocho y se fue a vivir el sueño
americano, o sease, beber, follar y drogarse. Como los Rollings. ¿Lo consiguió?
Puede ser, pero desde luego eso será en las próximas entregas.
De
momento, este menda vuelve a abrir la veda. Llegar a un nuevo coto es siempre
motivador. Ahora el camino me trae aquí, a Barcelona. Me encanta la ciudad… y
que tenga playa me vigoriza la motivación, y también me la sube.
Llevo
un día instalado en mi nuevo piso, un loft muy gracioso aún sin haberme gastado
la pasta en decorarlo, (sí, chavales, tengo más pasta aún) en el quinto piso, puerta primera de un
edificio antiguo muy acogedor en el centro.
Es
curioso illo, pero nada más salir del taxi el primer día me pasó algo que aún
me la puso más dura y fue por esa chica que me crucé al entrar y esa mirada de
asco que me dirigió. Sí… esa chica de pelo rizado que, supongo, será una de mis
vecinas.
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