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lunes, 10 de febrero de 2014

El Puto illo.


Después de pasar el domingo tirado en el sofá sin hacer nada, por la noche he recibido un mail de Henry. Me pregunta que qué tal en el nuevo coto de caza. Él, ahora, está zumbándose a una polaca. Por lo visto está preparando un libro sobre la vida en Polonia, el muy cabrón.

Llevaba dos días deambulando por Nueva York. Solo, sin tener ni puta idea del inglés. Suerte que mucha gente de allí habla español.
Esa noche estaba en un pequeño bar tomando una birra cuando se me acerca un tío con una bufanda roja para decirme: Are you spanish?
- ¿Qué cojones dices compae? A mí háblame bien.
El tipo soltó una carcajada y me ofreció su mano mientras me dijo en un casi perfecto español:
- Me llamo Henry Mcflurry (eso entendí yo y así se quedaría para los restos)
- Ostia, tú eres el de los helados de McDonals
- No, no. Soy Mc.. (aquí pronunció otra vez su apellido, pero ni puto caso) estoy escribiendo un libro sobre España. Me vendrá bien pasar unos días con un español.
- No me entretengas tío. He venido a vivir y a follar.
Él volvió a reír.
- Me temo que los gustos de las neoyorquinas están un poco lejos de lo que tú les ofreces. Pero hagamos un trato. Si tú me dejas pasar un tiempo contigo yo te ayudaré a que no pares de follar.
Obviamente eso me gustó. Acepté encantado. El tío era un guaperas radiante de seguridad y con gran estilo.
Después de aceptar el trato me llevó a comprar ropa. Ropa cara. Ropa pa follar, está claro. Me llevó a su casa para invitarme a un café y de repente va y me suelta que me quite la ropa. Dudé un poco, pero cojones, ese tío me iba a ayudar, así que illo, from lost to the river (cómo veréis ese se convirtió en uno de mis lemas). Me quedé en pelotas mientras el menda me miraba con un ojo crítico que flipas. 
- Te sobra pelo aquí, ahí, ahí y aquí- me dijo.
Gracias a Dios, las labores agrícolas me mantenían en buen tono atlético. Así que después de quitar el vello que sobraba, cortarme el pelo rollo tío guay y vestirme con mi ropa nueva, descubrí no solo que no tenía pinta de paleto, sino que, además, era un tío guapo y atractivo. Con ese pensamiento nos fuimos a un garito con muchas tías.

Allí Henry me presentó a un grupo de rubias entre las que estaba mi primer polvo. Era una noruega preciosa, de veinticinco años. Guapísima. Se llamaba Anne. 
Henry me dejó esa noche su apartamento. Y allí que nos fuimos.
- Oye man- me había dicho él mientras me daba las llaves-, no te pongas nervioso. Y masturbate antes. No queremos acabar antes de tiempo, ¿verdad?

La noruega era fría por mis cojones. No veas como me metía la lengua. Tiene huevos que con dieciocho años, y el mismo día, iba a ser la primera vez que echaba un polvo y besaba a alguien.

Ahí estábamos en el piso de Henry y la tía se tiró a mí como una fiera. Me empujó a la cama y se puso encima. Entonces, cuando aquello se fue animando, recordé las palabras de mi amigo. La quité de encima, le señalé el baño y me metí corriendo. Pero niño, aquello recién depilado no se levantaba. Estaba temblando y mi hermano chico estaba medio muerto.
Anne empezó a tocar a la puerta. No tenía tiempo. Así que, como dicen en mi tierra, al toro. Y ahí me lancé, nervioso perdio y nunca mejor dicho, desde aquel frío fiordo noruego.

Para mi sorpresa, mi hermano chico reaccionó a la perfección a la manita inmaculada de la noruega, demasiado bien reaccionó. Porque a las pocas sacudidas sentí que aquello se me iba de las manos. ¡Para, para! Tuve que decirle porque si no el tema hubiera sido mas corto que la picha de un chino. Joder, ya la iba a cagar, polla. Tenía que hacer tiempo para que se me olvidara aquella suave caricia.

Con dos cojones bajé al pilón. Sin tener ni puta idea. Lengüetazo parriba lengüetazo pabajo le hice la técnica del cocodrilo del Nilo. Para aquellos que no la sepáis se trata de enterrar toda tu cara debajo de su pubis y de repente asomar los ojillos por encima del Monte de Venus. Y mirar a tu presa a los ojos. Eso sí, sin dejar de lengüear.

Cuando la tía ya no pudo más me cogió de un puñao, me puso el condón y se acomodó ella encima. Manda cojones. Se pone encima. Yo sin controlar aquello y mira. Intuía que las iba a pasar putas porque, además, la nórdica hacía todo el puto recorrido. Entero. Oh, oh. Mierda, otra vez toca improvisar. 
Como si aquello fuese meditado y presa del ansia, la volteé entera y la coloqué boca arriba. Mi lengua me salvaría otra vez. Ahora le haría la técnica del koala chupando bambú. Pero no hubo cojones. La tía quería rabo y me obligó a volver a meterla. Aunque al menos ahora estaba yo arriba. A mi ritmo. Osease, despacito, que si no la volvemos a cagar. 

Pero me cago en la puta. Ella todo el rato: "faster, bitch! faster!
Qué mal se pasa, illo, cuando sabes que a la tía le queda un largo camino hasta la meta y tú estás a un mal gesto de salpicar. Madre mía.
Respiré profundamente. Tomé aire y la puse a cuatro patas. Pensé: "Me lo voy a jugar todo a una carta". Así que le zumbé con todas mis fuerzas y lo más rápido que pude esperando que aquello funcionase. Pocos vaivenes después la cosa reventó. Pero ostia niño, ¡la tía estaba gimiendo como un caballo! Parecía que estaba a años luz pero lo había conseguido. ¡La puta nórdica se estaba corriendo!

Una vez tumbados los dos boca arriba pensé: " joder, es la primera vez que follo y ya soy una máquina. El puto illo". Lo que no sabía es que aún me quedaban muchísimas cosas por aprender y muchas cagadas que hacer. Pero, en ese momento, yo era el mismísimo Zeus convertido en toro copulando con Europa.

Hasta ahí me llevaron los pensamientos cuando me encontraba en el rellano del sexto piso, frente a la puerta Segunda, con un bote de sal vacío en la mano. Entonces escuché la puerta Primera abrirse. Qué fatiga. Di media vuelta, bajé unos cuantos escalones y me quedé medio escondido en una medio esquina de la escalera. Entonces vi a una chica preciosa. Sí, no estaba en sus mejores días. Pero aún así lo era. Y ahí, medio espiando, vi como la maciza del pelo rizado le ofreció un abridor a la nena bonita.
Sí. Me gustaría adivinar cual es el postre favorito de esa chica. Creo que podré hacerlo. Después de todo, no soy tan tontillo.

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